Los beneficios corporales del Aikido se dan naturalmente, no son un objetivo de esta disciplina

Aikido: un combate interno con resultados externos

Descubrir los niveles a los que podemos llegar como seres humanos transforma no sólo el alma, sino que también es un trabajo que refuerza todo nuestro cuerpo. La práctica del Aikido fortifica el ser, saber y hacer del hombre y según quienes lo viven, “el trabajo del cuerpo viene también desde la mente”.

Las artes marciales orientales tienen una configuración completamente distinta a las que conocemos en el otro lado del globo. La educación integral en todo orden de cosas y el conocimiento acabado de nuestro ser, son las bases para poder aprehender cualquier tipo de disciplina.

Del mismo modo, la ejercitación física no es el fin último a alcanzar en muchas de estas prácticas. Concebir el equilibrio en el desarrollo de cuerpo y espíritu son parte de un todo que se logra a medida que el entendimiento de la filosofía se hace parte del discípulo que se empapa de estos conocimientos.

El Aikido es una de estas artes marciales. Pese a tener una tradición milenaria, nace como disciplina en Japón el año 1925 y entre sus objetivos está la “búsqueda de armonía en situaciones de conflicto” y trabajar consecutivamente en el ser, saber y hacer de toda persona.

El sensei Gonzalo Madrid López, es maestro de Aikido en la Escuela Ecole de Budo Raji Chile. Según sus palabras, este arte marcial nace a partir de otras disciplinas que integran el trabajo corporal con armas de origen japonés y explica además que la técnica de combate no podría ser entendida sin hablar antes del Budo – o vía marcial – donde se educa desde el comprender. “La unión entre mente, cuerpo y espíritu es primordial en este tipo de trabajo”, comenta.

Gonzalo Madrid cuenta en palabras simples que el Budo consiste en lograr el equilibrio de las funciones humanas, “es conocerse a sí mismo”, agrega e incorpora la idea del descubrimiento de los niveles a los que el hombre puede llegar: “de esa forma se puede optar a un nivel de conciencia de sí”, explica.

Frente a la posibilidad de considerar al Aikido como un deporte, el sensei es categórico al mencionar que esta disciplina, y todas las que pertenecen al Budo, no son competitivas aunque muchos de quienes lo practican lo tienen dentro de sus hobbies para el tiempo libre. “El Aikido es una de las pocas artes marciales que conserva la idea original que habla del camino a la realización personal y del método de educación para alcanzar niveles de conciencia”, asevera.

Una forma de volver a la armonía
A pesar de lo anterior, el maestro de artes marciales niponas reconoce que practicar Aikido posee variados beneficios para el cuerpo, pero que todo se da en forma natural y sin ningún objetivo físico de por medio. Antes de contar cuáles son estos beneficios, Madrid López afirma que esta disciplina está abierta para todos, dejando de lado cualquier contraindicación: “consiste solamente en sentir la necesidad de auto conocerse, redescubrirse e intentar cambiar el actual funcionamiento”, destaca.

Para dar paso al trabajo corporal, el sensei explica que el Aikido refuerza distintos beneficios desde el interior: flexibilidad, tonificación muscular y la capacidad de reacción son algunas de ellas. Ésta última se logra gracias al sotaidosa (práctica en pareja), donde ambos oponentes se enfrentan sin el ánimo de golpearse, sino queriendo evitar el conflicto a través de movimientos circulares y lineales muy sutiles, que para el maestro corresponden a una unión inteligente entre las dos partes.

El sensei, Gonzalo Madrid López, afirma que el Aikido es una “forma inteligente de detener un conflicto”, donde el desarrollo de la inteligencia permite obtener resultados también a nivel corporal.

“El trabajo sobre el cuerpo no tendría ningún sentido sino sólo para la estimulación del centro motriz y para eso, es mejor desarrollar otro tipo de actividad”, advierte Madrid y complementa diciendo que para las mujeres, esta forma de defenderse que proviene el arte de la guerra, es muy recomendable, pues “además del tema defensivo, la sutileza que hay en los movimientos son muy comunes en ellas, quienes logran con mayor facilidad la práctica. El manejo natural de las caderas también hace que puedan moverse a partir de un centro ya reconocido por su organismo”.

La educación del cuerpo que se produce en el Aikido es comparado por el sensei Gonzalo Madrid con el trabajo que realizan los practicantes de danza, “ellos no están pendientes de su desarrollo muscular, sino en la educación de su cuerpo para lograr un equilibrio”, asiente.

Con respecto a la técnica con que se desarrolla el sotaidosa, el maestro de Aikido menciona que los movimientos son los que facilitan salirse de la línea de fuerza, que consecutivamente permitirá enfrentarse de mejor manera al contrario. Movimientos que esquivan, envuelven, dirigen y proyectan energía hacia el otro son algunas características más evidentes, “más que la destrucción es la neutralización del oponente”, sentencia Madrid.

Entender el conflicto y la naturaleza de éste, también contempla la utilización de armas como las katanas, sables, bastones y espadas japonesas, entre otras. La tarea del arma no es precisamente atacar al oponente, sino que a través de estos elementos – específicamente las de corte largo – son para trabajarlas con el cuerpo, lograr la línea central de la columna vertebral y alinear a éste mediante el buen trabajo y posición de las piernas.

Antes de comenzar con la práctica en pareja – y como en toda actividad física – realizar un buen precalentamiento es fundamental para un positivo desempeño. En esta línea, el profesor dice que es relevante preparar la mente y el cuerpo (llamado en japonés aikitaiso), pues muchas veces las distracciones que se traen desde afuera pueden interferir en una buena experiencia. Esta etapa comprende ejercicios que duran en el caso de los principiantes una hora y en el de los más avanzados, treinta minutos.

Autor: Carla González C. | FuentePunto Vital

 

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